cuanto mi vida era,
menos el centro inmóvil
del existir: la hondura
fatal e insobornable.
Muchas veces temía
en mí y deseaba
el fin de esa apariencia
que da valor al hombre
para el hombre en el mundo.
Pero si deshiciste
todo lo en mí prestado,
me das así otra vida;
y como ser primero
inocente, estoy solo
con mi mismo y contigo.
Aquel que da la vida,
la muerte da con ella.
Desasido del mundo
por tu amor, me dejaste
con mi vida y mi muerte.
Morir parece fácil,
la vida es lo difícil:
ya no sé sino usarla
en ti, con este inútil
trabajo de quererte,
que tú no necesitas.
Luis Cernuda
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