Me acompaña mientras hablo, como, duermo, canto o lloro.
No recuerdo nada de ti, salvo tu ausencia.
Y ese triste sentimiento envenenado que sembraste en mí.
Tengo constantes hemorragías de emociones.
De tu imagen bajo el agua, de tus ojos evadiendo mi mirada.
Pero al resucitar, nada se ha alojado en mi memoria.
Has de estar perdido en mi interior.
Te poseo al pensarte, pues te pienso con fervor.
Aunque poco ha servido tal posesión,
pues mi mente es un cordero
y tu amor es como un lobo atroz.
¿Cómo podría explicarle al recuerdo que esa ausencia
no es recuerdo, sino simplemente ausencia?
Y es que al recordar la ausencia,
pienso en ella y me lastima como tal.
Arely Cortés González
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