Sunday

Empty day. Mi Nagasaki.

Saturday certainly was an empty day until the appearence of that man and his daughter. Un día de aquellos. Desolado. Vacío de gente, de ruidos y esperanzas.

Los 150 minutos en la oficina transcurrieron sin gran motivo. La escasa lectura de Benedetti y el café con leche sirvieron para levantar un poco la imaginación e incitarnos a partir. De regreso a casa me encontré con aquel hombre y su hija. Su apariencia era más delatadora que la mía. Había venido desde Tamaulipas porque el "patrón" contrata a toda la familia. Además aquí la hora está a siete cincuenta, y en Texas a cinco quince.

¿Y yo? Yo no sé. La discriminación no se siente en los pasillos de Loomis. Allá afuera es otra vaina.

Y acerca de la lectura de Benedetti. Es muy cierto aquello de que Nagasaki nos espera a la vuelta de cualquier esquina, debajo de cada piedra. Azotando la realidad ajena (pero cercana), mientras nosotros leemos en el periódico o escuchamos la televisión, y nos escandalizamos (en un sentido muy humanitario) de las desgracias que suceden en otros países.

¡Nosotros estamos en la gloria! Pero nuestra gloria también padece hambre y frío. Hambre y frío.

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