No importase, acaso, que en el silencio mis lágrimas callaran,
Entonces la armonía que mi corazón proclama ha de ser agonía,
Callada, serena, obsoleta.
Habría de escuchar, en la vasta ausencia de la noche,
las palabras que mi mente repite, las palabras que mi zozobra
no puede sino imaginar.
¿Qué pasó en el silencio, que los árboles dejaron de escuchar?
Acaso la monotonía de una voz que a veces derrama verdad.
Y a veces el miedo se derrama en ella.
Es la ausencia del que escucha la verdad que a medias se respira,
Es el todo que se queda involucrado en la nada,
Y aquello. Y esto. Y aquello.
Lo que dicen mis palabras no habrá ya quien lo escuche.
Pues acaso mi voz se ha marchitado. Y mis palabras son sonidos
Ajenos a las demás voces.
Fue aquello a lo que renuncié lo que hoy se exige.
Y es aquello, que hoy desdeño, lo que mi mano requiere.
Y mis pies, que caminan apacibles.