En esta ocasión, no hay verde limón.
Si acaso, un profundo profundo lago o mar (si crees en el mar). Sin color. De noche, no todos los gatos son pardos, pero el agua no tiene color.
Y de aquí, a los sueños recurrentes, esos que no tienen fronteras. Salvo aquella que la realidad impone. La realidad que despierta. La misma que da batalla al cuerpo, y lo entrega completo al sueño. Creo que el ciclo es evidente.
¿Qué importa? Es solo un tango más de Gardel.
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